Artículo de Pedro Molina, profesor de Secundaria y técnico de Patrimonio
Acercarse hasta Begíjar para conocer su patrimonio histórico es descubrir parte de la economía, de la sociedad, de la política, de la idiosincrasia y del carácter de un pueblo que se ha ido forjando durante siglos y que sigue en continua evolución. El patrimonio de los pueblos está cargado de luces y de sombras y llegar a descifrar su significado es abrir una ventana a la historia y al futuro.
El patrimonio es un bien, una riqueza inmensa que nace del esfuerzo y representa lo mejor que cada pueblo ofrece al mundo y una oportunidad de crecimiento equilibrado y de nuevos yacimientos de empleo.
Begíjar atesora un rico patrimonio material e inmaterial que brota de entre las piedras y que en parte se percibe al caminar por entre sus calles y callejuelas y al hablar con sus vecinos. El patrimonio humano es nuestra mayor riqueza y así, la bandera de Begíjar como nuestro símbolo y emblema patrimonial institucional, enaltece nuestro carácter abierto y universal de poblamiento milenario.
Centro del Santo Reino
Tierra enclavada en el centro de la provincia de Jaén, ha sido lugar de paso y encrucijada de civilizaciones a lo largo de la historia, lo que nos ha imprimido un carácter acogedor y aventurero. Begíjar fue “Municipium Burgitanum” en la época del Imperio romano, alquería islámica de Al-Ándalus durante más de 500 años que perviven en el entramado urbano, en los topónimos, en un torreón encerrado entre viviendas, en la herencia gastronómica oen una singular tipología de casa-huerto con minado y alberca, hoy en proceso de destrucción y olvido.
La Begíjar judía, oculta, pervive silenciosa en portadas, restos cerámicos, o en la gastronomía. Desde la conquista cristiana en el siglo XIII por Fernando III, fue solar de obispos guerreros con blasones en la renacentista iglesia parroquial. Del siglo XVIII es el escudo de la llamada casa de los obispos que hacía las veces de residencia de verano de los prelados de Jaén, según cuenta la tradición.
Titulo de villa
En el siglo XVIII, muy tarde, alcanzamos el titulo de villa a costa del endeudamiento de los vecinos con el cabildo de la catedral de Córdoba. Un alto precio que fue pagado al rey Carlos III, Borbón y déspota ilustrado del que conservamos el libro de la Real Cédula de villazgo y el sello real. Un patrimonio documental que junto con el archivo con fondos del siglo XVI adolecen de la debida conservación.
Begíjar, en otros tiempos poseyó un caserío blanco con tejas árabes y aire de pueblo entre andaluz y manchego. Con un enclave audaz entre vigía y en refugio mira y alcanza a Jaén, a Sierra Mágina y al cerro Aznaitín. Pueblo de trajinantes hacia Sierra Morena, Sierra de Segura o La Campiña.
De Begíjar salían caminos como ramales hacia la Córdoba califal, calzadas romanas y cañadas reales de mesta. Caminos olvidados por la dejadez y el desconocimiento. Como otros pueblos de la ahora llamada España vaciada, durante siglos ha sido y es pueblo de emigrantes, de labriegos y jornaleros de los grandes latifundios del valle del Guadalquivir.
Deberíamos rentabilizar nuestra situación geo-estratégica como centro de la provincia y aunque Úbeda y Baeza solo se miren a si mismas, hacer valer y rentabilizar nuestra posición privilegiada al lado de las dos ciudades patrimoniales.

Begíjar como lugar del sur y como consecuencia de un desarrollismo desequilibrado entre regiones, e n los años cincuenta y sesenta inició un proceso emigratorio a la España industrial y hacia Europa. De una población de más de 5000 habitantes nos quedamos en casi la mitad. Hoy, apenas rebasamos los 3000 habitantes con una tendencia demográfica a la baja. El despoblamiento se deja sentir en el casco antiguo, declarado conjunto histórico y sin ningún tipo de planeamiento especial municipal para su conservación y repoblación.
Begíjar por pertenecer a la España agraria parecía que tenía a salvo su patrimonio pero con la llegada de la democracia asombrosamente se inició una destrucción sistemática de toda la arquitectura tradicional, parte del patrimonio monumental que debería haber sido publico paso a ser privado, el patrimonio natural sencillamente fue ignorado, las artesanías han desaparecido. No se ha producido la deseada simbiosis entre la tradición y la modernidad.
Turismo rural y empleo
Sí en Fitur 21, Baños de la Encina ha sido incluido en la Asociación de los Pueblos Más Bonitos de España o Aldeaquemada ha presentado un proyecto sobre patrimonio y turismo, Begíjar no levanta el vuelo en la conservación y revalorización del patrimonio como un elemento dinamizador de riqueza, con efecto multiplicador.
Hoy, en Begíjar se están llevado acabo iniciativas empresariales privadas, pioneras en oleo-turismo, la vía verde pasa por el término municipal, y se deberían aprovechar estas y otras iniciativas para crear sinergias y así reconducir los desaciertos hacia nuevos retos. El patrimonio ayuda a vertebrar y a ofrecer equidad a la sociedad. La sola presencia del patrimonio inculca valores de respeto y convivencia en paz. La autodestrucción es el peor enemigo de cualquier sistema.
Queda la esperanza de la reconstrucción, porque siempre hay un grupo de ciudadanos precursores, bien formados, sensibilizados y dispuestos a trabajar por el bien común, por encima de los obstáculos. Ahora, tras la terrible pandemia, el futuro pasa por la reconversión agraria y la potenciación del patrimonio para lograr alcanzar un mañana esperanzador, donde el bienestar de la sociedad de Begíjar sea el eje y la prioridad.
