José Luis González reivindica la cultura como motor de desarrollo local
Siempre he detestado la usual y, en mi opinión, perniciosa unión de la Cultura y el Deporte, impulsada por la política y las instituciones a lo largo de buena parte de nuestra historia moderna. Las sucesivas nomenclaturas del Ministerio, las consejerías o las concejalías han tratado estas materias de manera conjunta cuando bien podrían separarse, digo yo, en departamentos individuales o unidos a otras más parecidas en su naturaleza. Por ejemplo, cultura con educación, y deportes con juventud o asuntos sociales. Y es que no alcanzo a entender lo que tiene que ver el cultivo del cuerpo con el de la mente; la preservación y el fomento de las artes con el gobierno de la práctica deportiva. Un ministro, un consejero o un concejal puede ser extraordinario para los asuntos culturales y nefasto –por ignorante- para los deportivos, y viceversa. Ejemplos no faltan y, en demasiadas ocasiones, para desgracia de la Cultura.
Aunque no con la misma intensidad, algo parecido me ocurre con la unión entre Turismo y Cultura. En nuestro país esta segunda casi siempre es la hermana pobre, cuya existencia tan solo se justifica en la mayor gloria del primero. Tal fenómeno, como es lógico, se intensifica cuanto más interés turístico tiene el territorio que refiramos. Y, qué mejor ejemplo que Cazorla, santo y seña del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Un municipio que, además de sus excepcionales encantos naturales e históricos, presume de su amplio y variado calendario cultural anual. Así que es frecuente escuchar a un responsable público o leer en cualquier periódico la justificación de, por ejemplo, las inversiones en el BluesCazorla o en el Festival Internacional de Teatro como ‘interesantes’ para la promoción turística del Parque.
Pero, ¿dónde queda el efecto de esta ‘siembra’ anual, mantenida durante décadas, en la ciudadanía actual y en las sucesivas generaciones de cazorleños y cazorleñas? Desde luego, la respuesta a esta cuestión está clara: siempre a remolque del interés turístico. Por muy evidente que sea el alma creativa de este municipio, ejemplificada en las decenas de jóvenes y no tan jóvenes que intentan abrirse paso en el mundillo del teatro, la música, el cine o las artes plásticas. Por más que, atraídos por esa etiqueta de ‘ciudad cultural’, hasta aquí hayan venido a vivir profesionales de los más variados ámbitos artísticos, en busca de un lugar en el que sentirse abrigados y abrigadas por el entorno y poder buscarse la vida en un ambiente propicio. Entre todos y todas han conseguido que, desde los años 80 del pasado siglo, Cazorla se distinga de otros municipios de nuestra provincia, tan depauperada –como casi todo el sur de España- en este ámbito.
Y, ni mucho menos, estoy poniendo en tela de juicio el indudable atractivo turístico de eventos como el BluesCazorla, que atrae cada año a 20.000 visitantes durante un largo fin de semana de julio. Tal marea humana se va de aquí el domingo extasiada por la música y por la belleza natural e histórica de la ciudad, pero también por la acogida de sus gentes, cálidas en el tratoy sorprendentemente alejadas de clichés asociados al interior andaluz. En gran parte maduras y cultivadas intelectualmente, abiertas a las influencias de la cultura contemporánea. Aptitudes que no las da el clima, ni son efectos de la especial composición del agua que aquí nace. Son el producto, como antes refería, de décadas de impulso cultural a nivel institucional y social.
Trabajo colectivo que convendría no solo mantener, sino reforzar mirando más hacia adentro. Implementando medidas y métodos de trabajo tendentes a propiciar una industria cultural netamente cazorleña. Un nicho de mercado para el que Cazorla está especialmente preparada por los motivos antes expuestos, pero que se resiste a desarrollar porque para ello es vital desengancharse de ‘deportes’ y ‘turismos’. Mientras, una parte importante del activo cultural humano se acaba marchando hacia el norte o, en el peor de los casos, desiste en su empeño y acaba buscando otras salidas laborales. Pero aún estamos a tiempo de dar un golpe de timón y virar por avante, con decisión y usando toda la fuerza de la ‘Ciudad del Teatro’.
