Un informático francés y su pareja, Rocío Soriano, impulsan desde Arbuniel un Aove de alta gama

No resulta muy habitual que dos profesionales bien situados en el plano económico dejen la gran ciudad para instalarse en un cortijo rodeado de olivos. Es lo que les ocurrió hace cuatro años a Rocío Soriano y a su pareja, Charles Rabiller. “Cuando vine por vez primera a Jaén me enamoré del inmenso mar de olivos y tuve claro que quería estar aquí”, señala este informático francés que ahora teletrabaja para una compañía farmacéutica de su país desde el cortijo que adquirieron en Arbuniel, una pedanía de Cambil, en plena Sierra Mágina.

Rocío y Charles adquirieron en  2017 una finca de siete hectáreas y 1.200 olivos en Arbuniel con la idea de poner en marcha un proyecto que uniera el aceite de oliva de alta gama con el turismo, que es la actividad profesional a la que se dedicaba Rocío cuando ambos vivían en Barcelona. El resultado de esta apuesta por cambiar la gran urbe por el medio rural no ha podido ser más satisfactorio. En apenas tres campañas oleícolas han logrado una docena de premios, nacionales e internacionales (desde la Medalla de Oro en Nueva York en 2018, la de Brasil en 2020 a Japón y Alemania este mismo año), que avalan su trabajo y buen hacer con el aove. En octubre inician la cosecha temprana de su aceite, cuya extracción hacen sin pisar y golpear la aceituna.

Así fue cuando surgió Olimágina, la firma con la que esta pareja cambió los despachos y el bullicio de la gran ciudad por todos los placeres que les ofrece este lugar paradisiaco de Sierra Mágina. “Es que no hay comparación, aquí hay mucha más calidad de vida”, subraya, convencida, Rocío, una jiennense que ha vuelto a su tierra tras muchos años de trayectoria profesional en el extranjero y más tarde en Barcelona. Ella es la que gestiona directamente la finca de donde sale el aove Olimágina, que en la próxima campaña será también de producción ecológica.

Y ahí no queda todo. La pareja ha adquirido dos viviendas de arquitectura tradicional en Arbuniel con la idea de utilizarlas para el turismo rural. “Es una experiencia donde queremos fusionar el aove con el oleoturismo”, asegura Rocío, que se dice encantada de pilotar una finca olivarera donde ya se nota su apuesta por la sostenibilidad y el medio ambiente.

Sin embargo, esta trayectoria de éxito de esta pareja que ha elegido vivir en Jaén está en cierto modo empañada por el contencioso que tienen abierto en torno a la marca que explota esta empresa familiar. El hecho de no contar con molino propio les obliga a transportar la aceituna hasta Alcalá la Real (con el sobrecoste que ello conlleva) para las tareas de molturación.   “Hemos hecho una gran inversión en este proyecto y no hemos contado con ayudas, por eso resulta un tanto desmoralizador ver las trabas y los obstáculos que nos ponen desde una tierra donde hemos venido para vivir y para generar riqueza”, aseguran, apesadumbrados, Rocío y Charles.

Arriba, Charles Rabiller y Rocío Soriano; en el medio, una imagen de la finca olivarera de Arbuniel; sobre estas líneas, Rocío realizando labores agrícolas en su explotación agropecuaria.