Artículo de Montse Rayo sobre las incógnitas que rodean la existencia de esta reliquia oculta en el municipio de Noalejo
MONTSE RAYO
¿DÓNDE ESTÁ LA SÁBANA SANTA DE NOALEJO?
Se podría pensar que la respuesta a este interrogante es una obviedad, sin embargo son firmes los indicios que nos llevan a concluir que, si no es que nuestras Síndones ya nos han abandonado es porque estarán a punto de hacerlo y, de no poner el remedio ahora, esta salida podría ser para siempre.
Resulta incomprensible cómo llegados al borde del primer cuarto del siglo XXI y en una localidad que realiza fatigosos esfuerzos por mantener su hechura poblacional, la Iglesia católica se obceca en mantener retenida y oculta no solo una joya espiritual, sino también y más aún, un elemento que de ser convenientemente valorizado, permitiría una suerte de peregrinaciones de carácter turístico, histórico y, por supuesto, devocional. De este modo, se cumplirían todos y cada uno de los deseos que en el siglo XVI dejó patentes doña Mencía de Salcedo, la Fundadora de Noalejo y, a la sazón, propietaria de esta valiosa reliquia.
Pero para arrojar algo de luz, entremos en la harina del devenir histórico y del estado contemporáneo de tal cuestión.
Es en el siglo I cuando las crónicas empiezan a relatar que una pieza de lino bien doblada, a la que se le denominó imagen verdadera overa icónica y de ahí averónica, mostraba la cara que imprimió en una mortaja la sangre fresca de Cristo Yacente, cuyo cuerpo estampado en la misma tinta arterial quedaba latente en los sucesivos pliegues traseros.
Al paso de doce siglos, en la cruzada de Constantinopla, y más concretamente en su consecuente saqueo, es cuando se le pierde el rastro hasta su reaparición en el siglo XV, época en la que la mirada del ser humano comienza a bajar a la Tierra para detenerse algo más en sí mismo. Así fue cómo la Sábana Santa resucitó en Chambéry (Francia), la misma tela que siglos atrás se había esfumado de Turquía por la intercesión de los más que discutibles caballeros templarios.
Debió ser en este grandioso momento para el orbe cristiano, cuando se llevaron a cabo las dos fieles copias noalejeñas de aquel tejido que, aseguraban, había envuelto el cuerpo inerte y torturado de Cristo. Casi con toda probabilidad, nuestras Sábanas Santas llegaron a entrar en contacto con su original, de modo que este roce le conferiría mayor virtud y espiritualidad.
Cuando aún nos queda tanto por descubrir tras del velo que nos procura el poso de los siglos transcurridos, no estamos en disposición de asegurar si las Síndones de Noalejo fueron encargadas por la devota emperatriz Isabel de Portugal, por doña Mencía de Salcedo o bien fueron un regalo de aquella a esta, juntamente con un tesoro que se componía de decenas de piezas que se contaron entre joyas, obras de arte y reliquias realmente singulares, las que hoy no podemos contar por estar desaparecidas.
Lo que sí podemos asegurar es que la señora de Noalejo, fue su dueña y señora, aquella que en un momento de su intensa vida se propuso fundar y construir junto a su palacio un convento de frailes Mínimos, cuyo esplendoroso templo albergaría al citado tesoro y a sus restos mortales cuando se produjera su óbito.
Mencía, que debió ser una mujer recta, y que a duras penas toleraría la informalidad, decidió despachar a los Mínimos con gaitas destempladas por contravenir lo firmado, iniciando de este modo un periplo de juicios conducentes a la ruptura del contrato habido con aquellos frailes. Extremo este por el que decidió cambiar el destino de su tesoro, derivándolo a la iglesia parroquial, es decir, a la de sus labradores y aparceros.
A día de hoy, sabemos que todos los pueblos de Sierra Mágina, a la vista de su merma poblacional, luchan con uñas y dientes para enriquecer a sus pueblos, haciéndolos lo más atrayentes posible. Y en ese empeño, el intento si se diera el caso, de reeditar aquella vieja pero eficaz fórmula: se me apareció el brazo incorrupto de… Y hete aquí, que en el caso de Noalejo es que ni siquiera hay que ir a buscar un resto histórico y/o sagrado, puesto que la señora ya nos lo dejó todo apañado.
Bien cierta estoy que la intención de Mencía fue la de dotar de riqueza no solo espiritual, sino también de terrenal, a su fundación, a esta tierra que tanto amó y la que tantos desvelos le costó su elevación.
Y ahora viene nuestra época, la contemporánea, esta en la que veces contadas con los dedos de una mano los noalejeños y noalejeñas hemos podido ver las Sábanas Santas, por estar guardadas en el viejo cajón de un cura párroco que, para más inri, se ha negado a aceptar un convenio a iniciativa del Ayuntamiento. Proyecto por el que se haría un digno expositor para las Sábanas y que permitiría el adecuado mantenimiento y conservación, así como su exhibición pública sin necesidad de salir del templo. De esta manera, todos contentos y satisfechos.
Por el contrario, la respuesta a tal pretensión fue un incomprensible y rotundono del cura, que no del obispo, y que nos puede llevar a dudar de un sí obispal que no ha hecho efectiva su prevalencia jerárquica. O ¿tal vez será que ha llegado el momento en el que las dos últimas joyas de aquel tesoro de Mencía abandonen sigilosamente Noalejo, tal y como lo hicieron las demás reliquias y ornamentos?
Pero abordemos la última cuestión al respecto, la de por qué no se exponen habitualmente las Síndones, demanda a la que el párroco responde, razonablemente, que no se dan las condiciones para llevar a cabo su exhibición. Y este es el modo en el que entramos en un bucle incomprensible, en planperro del hortelano que ni come ni deja…
Estupefacta quedé al tener conocimiento de que nuestras Sábanas Santas, las que Mencía depositó en la parroquia para gozo y disfrute del pueblo de Noalejo, se irán el próximo mes de marzo a la Catedral de Jaén para ser allí mostradas en el transcurso de la exposición “ArtisEsplendoro” que viene de exhibirse en Guadix.
En consecuencia de tal son muchas las preguntas que se dejan venir y entre ellas:
¿Es que ya no hay problema con exponer las Sábanas?
¿Qué tiene Guadix que no tenga Noalejo para albergar esta muestra?
¿Hay previsto un protocolo de seguridad para su traslado?
¿Qué garantías hay de que nos lasdevuelvan?
Siento decirlo, pero tras dolorosas experiencias habidas, yo, no las tengo todas conmigo.