Las últimas e intensas precipitaciones han dado paso a un clima de euforia colectiva, pero bien haríamos con aprender de los errores del pasado.
Fotografía de portada: Cascadas de agua en las pozas del río Zumeta, en Santiago de la Espada (ÁNGEL MUÑOZ, EL FOTOS)
Las últimas e intensas precipitaciones han dado un vuelco a la situación hidrológica de la provincia, que padecía una de las etapas de sequía más prolongadas de su historia más reciente. Tal ha sido la cantidad de agua embalsada que el optimismo se ha adueñado del acontecer diario. Fin de ciclo, el principio del fin o adiós al fantasma de las restricciones para el consumo humano son algunos de los mensajes que estos días circulan entre el regocijo popular y también de los dirigentes políticos y de las organizaciones agrarias.
Es cierto que los embalses de la provincia presentan su mejor situación de los últimos cuatro años (rozando ya el 50% de media) tras la última borrasca Nelson que ha dejado una precipitación media de 130 litros por metro cuadrado, aunque en algunas zonas se ha llegado a los 200 litros.
Los frentes lluviosos, que han atravesado la cuenca de oeste a este durante toda la semana, han dejado lluvias en la totalidad de la demarcación del Guadalquivir.
En concreto, la precipitación media hasta el ecuador del año hidrológico en la cuenca del Guadalquivir (de 1 de octubre de 2023 a 31 de marzo de 2024) es de 541 litros por metro cuadrado, un 34% más del valor medio de los últimos 25 años, tras los 209 litros por metro cuadrado de precipitación media en los embalses registrada en el pasado mes de marzo.
La precipitación media anual en los embalses de la demarcación hidrográfica en lo que respecta a la precipitación media anual, el valor acumulado desde el inicio del año hidrológico (1 de octubre) hasta el 31 de marzo, es de 541 mm. (litros por metro cuadrado), un 34% por encima del valor medio de precipitación del mismo periodo de los 25 años anteriores (403 mm.).
Ahora bien, estos datos, con ser muy esperanzadores, merecen una reflexión serena. Ni la lluvia caída es la solución al ciclo de sequía que padecemos ni tampoco debería servir para el relajamiento de las políticas hidráulicas.
Corremos el riesgo de volver a incurrir en los mismos errores del pasado. Por eso tiene razón la consejera de Agricultura de la Junta, Carmen Crespo, cuando ha dicho hoy en Jaén que debemos aprender de los errores de la anterior sequía de 1995.