Emotivo homenaje a Francisco Fernández Punzano de los participantes en la cuarta edición de la ruta de las Aldeas Perdidas, en Santiago-Pontones
Francisco Fernández Punzano, la memoria de Las Canalejas y de todas las aldeas desaparecidas de la Sierra de Segura tras la expropiación forzosa que afectó a miles de serranos, falleció en septiembre pasado sin poder dar la salida a una nueva travesía de las Aldeas Perdidas. Por eso los andariegos que han participado este fin de semana en la cuarta edición de esta iniciativa reivindicativa de un patrimonio esquilmado han tributado un emotivo homenaje a Francisco Fernández Punzano. Desde la casa de este serrano ilustre, en Pontón Alto, los andariegos de las Aldeas Perdidas descubrieron una placa en homenaje a Fernández Punzano y pudieron leer una carta que, a buen seguro, contenía todo lo que este serrano ejemplar hubiera querido decir a las personas que, un año más, han rendido tributo a un patrimonio arrebatado por las administraciones desde la segunda mitad del pasado siglo. Esta es la carta leída antes de la partida de la ruta de las Aldeas Perdidas:
CARTA A LOS ANDARIEGOS DE LAS ALDEAS PERDIDAS
Buenos días queridos amigos; me hubiera gustado estar esta mañana con vosotros para hablaros personalmente de la ruta que vais a hacer, pero no me ha sido posible; una ruta que me trae muchos recuerdos y que he hecho muchísimas veces. No hay día que me levante y no vengan a mi cabeza imágenes de esas Aldeas Perdidas, no en la memoria de todos los que tuvimos la suerte de vivir conocerlas: Los Miravetes, las Huelgas, Las Espumareas, Los Centenares, Las Canalejas… todas llenas de vida, con sus bancales llenos de hortales, sus fuentes, sus bestias para trasportar las hortalizas y cereales, sus hornos oliendo a pan recién hecho, sus matanzas, sus esfarfollos, sus bodas , sus fiestas…
¡Cuánta vida se perdió por capricho de las administraciones!
Un buen día llegó un comunicado informando a los serranos que las habitaban, que iban a ser expropiadas y tenían que marcharse de allí, no hubo opción al “pataleo”, sin más explicaciones se expropiaron tierras y casas y se dio un plazo corto para abandonarlas; atrás quedaban tanto y tanto como los serranos habían hecho por la tierra en la que vivían y cuidaban con esmero: esos caminos de herradura, que tantos recoveros , arrieros y caminantes cuidaban y ahora están perdidos; esas “ciecas” que regaban huertos frondosos y están llenas de zarzas; esos cortafuegos naturales que los pastores hacían con su ganado; esos oficios perdidos por el “Progreso” ( esparteros, lañeros, ajorraores, bordadoras…) y tantas otras cosas.
Y no es que yo esté en contra del progreso ni mucho menos; pero sí creo que las cosas no se hicieron bien, echar a tanta gente simplemente para hacer un Coto Nacional no es de ley y lo peor de todo ,que los gobiernos posteriores tampoco han hecho nada para mejorar la situación.
Bueno, no quiero ponerme triste y sí desearos que paséis unos buenos momentos, que os adentréis en la esencia de estas sierras y que imaginéis estas aldeas llenas de vida. Buen camino y que Dios os guarde.
Francisco Fernández Punzano
(REPORTAJE PUBLICADO EN ALMA DE PUEBLOS EL 21 DE SEPTIEMBRE DE 2021)
La memoria de Las Canalejas
A sus 92 años, Francisco Fernández no para de escribir cada día desde su casa de Pontones rememorando la memoria de las muchas aldeas de las Sierras de Segura, Cazorla y Las Villas que fueron condenadas a muerte por las políticas de repoblación forestal que trajo consigo la declaración del Coto Nacional de caza. Otros núcleos corrieron idéntica suerte al ser expropiados para la construcción del pantano de El Tranco. Francisco es uno de los últimos pobladores vivos de aquellos parajes que hoy ya solo forman parte de la memoria sentimental de los serranos.
Aldeas como Las Canalejas, donde nació y se crió Francisco y donde empezó a trabajar desde muy pequeño como correo para poder ayudar a su familia. Más tarde sus estudios por correspondencia le dieron la titulación necesaria para poder trabajar como administrativo en el Ayuntamiento de Santiago-Pontones, un municipio nacido en 1975 de la fusión de Santiago de la Espada y Pontones. “Quisiera expresar, a mi manera al menos parte de la historia serrana del siglo pasado, pues no quiero que cuando pasen cien o doscientos años, a los que vivan, les ocurra igual que a nosotros, que no podamos conocer nuestro origen. Es bueno conocer nuestro pasado y cómo se comportaron nuestros antecesores, pues su experiencia y su actuación nos puede servir para tomar decisiones en el futuro”, escribe Francisco Fernández en una de sus últimas publicaciones, “Sucesos, casos y cosas de la Sierra”, donde ha contado con la colaboración de sus hijos Serafín y Ángel en la edición y las ilustraciones del libro.
Francisco Fernández Punzano nació en 1929 en la desaparecida aldea de Las Canalejas. Fue el mayor de siete hermanos, lo que le obligó a trabajar desde muy pequeño para ayudar a la familia. Sus empleos como dependiente y correo le permitieron andar por toda la sierra y conocer las costumbres de cada rincón.
Francisco Fernández Punzano, en su casa de Pontón Alto en septiembre de 2021, dos años antes de su muerte.
Cuando cumplió los 14 años, compaginó su trabajo con los estudios por correspondencia, ya que no tuvo la oportunidad de hacerlo de otra forma. Obtuvo la titulación de “Cultura general y tenedor de libros” lo que le permitió trabajar como administrativo del Ayuntamiento de Santiago-Pontones, un puesto que le ayudó a conocer más en profundidad a todos los habitantes de los numerosos núcleos de población de este municipio y, al mismo tiempo, ser testigo de los cambios que ha experimentado la Sierra de Segura desde la finalización de la Guerra Civil.
No fue hasta su jubilación cuando Francisco activó su pasión por la escritura, lo que le ha llevado ya a publicar casi una decena de libros “con la intención de que perdure la historia de estas sierras”, señala Francisco en el encuentro mantenido en su domicilio en Pontón Alto. Sus primeros artículos los publicó en la revista “El Arambol” editada por la Asociación Cultural Pontones de Segura, pero su trayectoria como escritor serrano la inició con “Algo sobre nuestra historia”, donde narra sus conocimientos sobre la historia de los cortijos donde creció y muchas anécdotas de su vida.
En este primer libro, como no podía ser de otra manera, Francisco Fernández dedica un amplio tratamiento a la aldea donde nació hace 92 años, Las Canalejas, una de las muchas que fue expropiada tras la declaración del Coto Nacional y las políticas de repoblación forestal. “Las Canalejas”, rememora Francisco, “era la aldea mayor de la zona, quizá por su privilegiada situación o mejores recursos por entonces o, principalmente, por encontrarse en el lugar céntrico entre otras aldeas y cortijos como Los Centenares, la Tinada, Los Archites, Las Malezas y otros pequeños núcleos diseminados, una aldea que llegó a tener más de 300 habitantes”.
Asegura Francisco que Pontones, que fue municipio independiente hasta su fusión en 1975 con Santiago de la Espada, llegó a contar con más de 4.000 habitantes frente a los 300 de la actualidad. “Todo desapareció cuando la gente serrana tuvo que emigrar por aquellos procedimientos fatales que no les dejaron continuar viviendo pacífica y sencillamente. Los cortijos, que eran los centinelas que salvaguardaban la sierra, se derrumbaron o fueron demolidos, las zonas verdes creadas por los serranos desaparecieron”, narra Francisco en el libro, donde critica el proceso de expropiación que sufrieron muchos núcleos de población durante la segunda mitad del siglo pasado.
Se estima que entre 1960 y 1979 más de 2.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus casas y con ello su pasado más reciente. El Gobierno les puso en la calle con una expropiación forzosa que les indemnizó para que se marcharan sin opción a más, y todos sus recuerdos quedaron en la memoria. Medio centenar de pequeños núcleos de población se desalojaron derribando en muchos casos todas las cortijadas para impedir el regreso de sus antiguos dueños o nuevos vecinos que aprovecharan lo construido. Según el expediente elaborado para la última aldea desalojada, la de Los Goldines, esta intervención se hacía para proceder a repoblar mejor todo ese entorno y de paso, proteger a los vecinos ante la suelta de especies animales como son ciervos o jabalíes. Recientemente, muchos de estos antiguos pobladores se han unido para intentar solicitar la reversión de sus propiedades. Sin embargo, se trata de un litigio largo y que los serranos atisban con no demasiadas expectativas.