Antonio Rodríguez gestiona una empresa de agroturismo en El Cerezo, en la Sierra de Segura

Hasta agosto del año pasado, Antonio Rodríguez García estuvo trabajando en primera línea de fuego contra la pandemia. Lo hizo como enfermero en la UCI del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia. Pero llegó un momento en el que decidió parar y reorientar su vida. Antonio pidió una excedencia como enfermero para volver a su tierra natal, en El Cerezo, en Santiago-Pontones. Allí, en plena Sierra de Segura, gestiona una empresa de agroturismo que brinda la oportunidad a los clientes que se alojan en sus apartamentos rurales de pasar un día en contacto con el ganado ovino y caprino de su explotación familiar.

“Siempre he tenido claro que mi cordón umbilical estaba aquí, en mi pueblo, con mi gente”, explica Antonio Rodríguez, de 41 años. Tanto es la pasión que siente hacia su tierra que, según cuenta, cuando estaba trabajando en Londres intentaba coger sus días de descanso y vacaciones para hacerlos coincidir con la paridera de las ovejas de su familia. Los partos de las ovejas se producen cada ocho meses.

Ahora gestiona tanto la explotación ganadera familiar (unas 600 cabezas) como los cinco apartamentos rurales que construyó sobre la antigua casa de sus abuelos y que son la piedra angular de un innovador proyecto de agroturismo. “Aquí los clientes pueden desde ordeñar una oveja hasta conocer la ganadería extensiva en estos pastos de la Sierra de Segura”, señala Antonio, un osado empresario que inauguró este complejo turístico semanas antes de que irrumpiera la pandemia.

Antonio Rodríguez, que ha cambiado la Enfermería por el agroturismo en la Sierra de Segura, en las inmediaciones de El Cerezo, en Santiago-Pontones.

Pero ahí no queda la vocación emprendedora de este vecino de El Cerezo, una aldea de apenas 80 vecinos, entre ellos algo más de una decena de niños que personifican el futuro de esta tierra a muy pocos kilómetros de los  Campos de Hernán Pelea. Ahora, Antonio, junto a su amigo José Lara, la hermana de éste, Rocío, y su paisana Yolanda Vizcaíno, otra enfermera que vuelve este verano a su tierra desde Bélgica, han puesto en marcha el proyecto “Vivir en Santiago-Pontones”, que nace con la vocación de frenar, mitigar e incluso revertir la despoblación en el municipio de mayor extensión del parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas. “Queremos actuar como nexo entre nuestros recursos, trabajo y vivienda, y la gente que de verdad se plantee venirse a vivir a nuestro pueblo. Juntos podemos hacer que este tránsito sea posible e inmensamente más fácil”, dice este apasionado emprendedor.

Los promotores de esta iniciativa, cuyo funcionamiento se asemeja al de una agencia de intermediación, ponen en contacto con los propietarios de viviendas, huertos u oficios antiguos con las personas interesadas en asentarse en el medio rural. De momento, van a empezar con los recursos de particulares, pero tampoco descartan poner en valor otros muchos espacios de titularidad pública que están abandonados, como las antiguas casas de maestros. En apenas una semana “Vivir en Santiago-Pontones” no para de recibir llamadas de personas interesadas en  este proyecto, personas que buscan la natural diferencia, como se acuña en el lema turístico de este municipio.