El ubetense Lorenzo Rodríguez rememora en su tierra los 40 años desde la apertura de la mítica Rock-Ola

Hace 40 años que la mítica sala de conciertos Rock-Ola de Madrid abrió sus puertas. Una sala que llegó a convertirse en el templo indiscutible de la “movida” juvenil madrileña. Entre los años 1981 y 1985 desfilaron por Rock-Ola grupos de primer nivel internacional, especialmente británicos, como Iggy Pop, Spandau Ballet, Simple Minds, Depeche Mode, Echo And The Bunnymen, Siouxsie And The Banshees, The Stranglers, … Y muchos otros nacionales, que terminarían por revolucionar el panorama pop español en los años siguientes: Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Almodóvar & McNamara, Los Secretos, Burning, Radio Futura, Loquillo, Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Siniestro Total, …Y, al frente de la nave, Lorenzo Rodríguez (Úbeda, 1954), gestionando toda aquella efervescencia cultural sin precedentes: «yo era feliz porque vibraba con los grupos. Estaba influenciado por la dinámica punk, por el pop, me consideraba parte de ese movimiento».  

La exposición “Lorenzo Rodríguez, 40 años del Rock-Ola”, organizada por el Colectivo “Peor para el sol” -dentro de sus VIII Jornadas “Sabina por aquí”- y la Fundación Huerta de San Antonio quiere ser un homenaje a  una figura clave del pop en España, a un legendario héroe rockero. 

Lorenzo Rodríguez (Úbeda, 1954) emigró con su familia a Madrid con solo 14 años de edad. En su cabeza ya sonaban las melodías del rock y la música pop. Una pasión que le llevó, con algo más de veinte años, a dirigir la sala de conciertos El Jardín. “Desde entonces no he parado de tener líos, follones y trabajo”, asegura Lorenzo, porque después de El Jardín, vino la sala Marquee y, después, Rock-Ola, el santuario de la “movida” madrileña que impulsó de forma extraordinaria la vida social y cultural de la capital. La actividad de Lorenzo es intensa, por la mañana trabaja de funcionario en el Ministerio de Defensa y por la tarde organiza conciertos, exposiciones, performance, pases de vídeos, “la verdad es que no dormía”, llega a admitir. 

La sala Rock-Ola abre sus puertas en abril de 1981 con el grupo londinense punk UK Subs, pero su arrollador despegue tiene lugar tras el concierto de Spandau Ballet. «El éxito fue fantástico, se agotaron las entradas, no había aire acondicionado y morimos de calor» recuerda Lorenzo Rodríguez. Quien fuera timonel del Rock-Ola apunta también a otra de las claves de su éxito, el «que allí dentro hubiera un respeto estupendo entre todo el mundo». Además, no solo se programaban conciertos sino todo tipo de actividades culturales con el fresco sello de lo innovador. 

Lorenzo Rodríguez, en la iglesia de San Lorenzo de Úbeda, donde se muestra la exposición de los 40 años de Rock-Ola.

Para Pedro Almovódar,“Rock-Ola era sin duda “el templo, la única universidad donde lo aprendí todo. La comunicación con los demás era inmediata y la diversidad absoluta”. El periodista musical Diego A. Manrique escribió que “Rock-Ola fue un sitio en el que a veces casi se pudo tocar la felicidad”. “Estar en el Rock-Ola era como estar en el arca de Noé -sentencia el cantante y pintor Fabio de Miguel (McNamara) La mezcla de rockeros, rockabillys, mods, punk, tecnos, nuevos románticos, todos apiñados y encantados, era algo bíblico. Parecía como si en el exterior estuviera el diluvio universal y lo de dentro sirviera para perpetuar la especie”.

Tras abandonar la sala Rock-Ola Lorenzo se zambulle en su auténtica vocación, y se convierte en director y programador de las salas Autopista, Astoria y la Universal donde figura Miguel Ríos como socio, con todas las variantes de esta última que se abrieron en centros comerciales de Madrid, Leganés, Torrejón de Ardoz o en San Fernándo (Cádiz). Más de 2000 conciertos organizados con prácticamente el “quién es quién” de todo el panorama internacional de los últimos 20 años del siglo XX: Desde John Cale, Nick Lowe, Ron Wood & Bo Diddley, David Bowie o Nick Cave & The Bad Seeds hasta Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Loquillo, Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Siniestro Total, Burning o Los Enemigos.

En 1995 su carrera profesional da un giro para enfocarse en la hostelería, con la gestión del restaurante mexicano La Mordida, en el que participa Joaquín Sabina, para finalmente llevar su propio negocio hostelero con la cadena de restaurantes temáticos mexicanos Ándele, repartidos por Barcelona y Madrid.

Tras abandonar la sala Rock-Ola Lorenzo se zambulle en su auténtica vocación, y se convierte en director y programador de las salas Autopista, Astoria y la Universal donde figura Miguel Ríos como socio, con todas las variantes de esta última que se abrieron en centros comerciales de Madrid, Leganés, Torrejón de Ardoz o en San Fernándo (Cádiz). Más de 2000 conciertos organizados con prácticamente el “quién es quién” de todo el panorama internacional de los últimos 20 años del siglo XX: Desde John Cale, Nick Lowe, Ron Wood & Bo Diddley, David Bowie o Nick Cave & The Bad Seeds hasta Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Radio Futura, Loquillo, Gabinete Caligari, Parálisis Permanente, Siniestro Total, Burning o Los Enemigos.

En 1995 su carrera profesional da un giro para enfocarse en la hostelería, con la gestión del restaurante mexicano La Mordida, en el que participa Joaquín Sabina, para finalmente llevar su propio negocio hostelero con la cadena de restaurantes temáticos mexicanos Ándele, repartidos por Barcelona y Madrid.

La exposición que ha sido comisariada por Manuel Berlanga, de la FHsA, y diseñada por Nono Sánchez, de Artifactum está compuesta por una treintena de carteles originales de la mítica sala, dos collages con más de 150 fotografías del fotógrafo Miguel Trillo y paneles explicativos de la vida y milagros musicales de Lorenzo.  La exposición permanecerá abierta en la sacristía de la iglesia de San Lorenzo hasta el 12 de octubre de 2021.