La memoria del CES provincial de 2023 revela que la provincia está en dinámica regresiva generalizada y pierde peso relativo respecto al conjunto regional y nacional

Memoria del Consejo Económico y Social (CES) de la provincia 2023.

Población:

“Considerando la estructura poblacional y las tendencias demográficas actuales, el Instituto Nacional de Estadística ha previsto que Jaén tenga en 2035 una población de 565.116 personas, lo que supondría una reducción de más de 105.000 habitantes desde 2010, año en el que se rompió una tendencia de crecimiento de la población jiennense que abarcó la primera década del siglo XXI. Esta posibilidad, desde luego, es una más entre las que pueden acabar aconteciendo, pero tampoco es realista pensar que la situación pudiera revertirse drástica o rápidamente, resultando más objetivo, por tanto, pensar en la adaptación a este escenario de encogimiento.

En todo caso, para describir la dinámica demográfica no es conveniente emplear términos despectivos (tales como desierto, vacío o invierno demográfico) a situaciones de baja densidad o demografía regresiva, pues pueden contribuir a estigmatizar, aún más, a los territorios

que están perdiendo posiciones y, con ello, a desincentivar inversiones públicas o localizaciones privadas que reforzarán la sobre-emigración, la desconexión y la dependencia, manteniendo un círculo vicioso que se retroalimenta fatalmente. De hecho, la situación de la provincia de Jaén no es tan preocupante como la que afecta a otras regiones españolas interiores y, por mucho que destaque negativamente en el panorama andaluz, cuenta con un sistema de ciudades con gran capacidad para vertebrar el territorio, y en ellas la actividad económica es diversificada y dinámica.

Esta realidad a escala municipal nos permite reconocer una clara polarización territorial, que se parece mucho a la que se observa a nivel regional y nacional, donde los contrastes también van a más. Por otra parte, la preocupación científica, social y política sobre la despoblación permite contar con recursos más abundantes para hacerle frente. En ese sentido, las mejores noticias que han llegado en los últimos años es la decisión de que los fondos de cohesión europeos consideren la discriminación positiva de las zonas de baja densidad demográfica y la dotación de recursos económicos para llevar a cabo acciones que hagan frente al reto demográfico. Fruto de ello, por ejemplo, tanto la Diputación Provincial de Jaén como diferentes municipios están contando con recursos adicionales para desarrollar acciones comprendidas en proyectos innovadores para la transformación territorial y la lucha contra la despoblación, una iniciativa de ayudas concedidas por el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico que cuenta ya con dos convocatorias resueltas (2022 y 2023).

Panorama general

En un territorio de 13.486,80 km2 se contabilizaron, a uno de enero de 2023, un total de 620.637 habitantes (313.239 mujeres y 307.398 hombres). Esto equivale al 1,3% de la población española y significa una densidad media de 46,02 hab/km2. La distribución espacial de esta población dista de ser uniforme, si bien este fenómeno no es ni por asomo nuevo: por razones que tienen con ver con características fisiográficas y de accesibilidad, históricamente han convivido áreas de muy baja densidad demográfica, especialmente en el caso de las zonas de montaña más aisladas y ásperas para el desarrollo de la agricultura, con otras de mayor densidad, en el pasado muy claramente vinculadas a la capacidad de producción de alimentos en su entorno más próximo y, en nuestros días, ligadas especialmente con el desarrollo de funciones urbanas y la presencia de modernas infraestructuras.

Una manera complementaria de interpretar la densidad demográfica por unidades censales es dividir el territorio en cuadrículas de un kilómetro cuadrado y comparar el número de las habitadas con relación a las que no lo están. Se trata, con ello, de acercarse al concepto de densidad percibida o vivida; y las cifras que ofrece este ejercicio (con datos de 2020) son muy diferentes a las que resultan de un cálculo bruto, pues la media de densidad en aquellas celdas que están habitadas es, en este caso, de 573 hab/km2. Eso significa que gran parte del territorio está vacío, pero también que las áreas pobladas son compactas, predominando el hábitat concentrado. Además, revelan a la perfección los fuertes contrastes que se alcanzan entre dos grandes mitades de la provincia, pues mientras la parte más oriental tiene una densidad vivida de 274 hab/km2, los municipios que quedan al oeste tienen 727 hab./km2. Dentro de esta última zona, por su parte, las cifras son más elevadas en el pentágono formado por los núcleos urbanos de Úbeda, Linares, Andújar, Martos y Jaén.

La población de la provincia de Jaén un año antes era de 623.761 habitantes, lo que significa una pérdida de 3.124 habitantes, repitiéndose, así, una situación que se remonta a 2011, el primero de la serie reciente en el que, tanto el crecimiento vegetativo como el saldo migratorio, resultaron negativos. Desde entonces se han acumulado unas pérdidas de 50.124 habitantes, de ellos 38.791 en los últimos diez años. Este es, sin duda, el dato más relevante de todos, por cuanto es el resultado de dinámicas que nos alejan de los ámbitos que mejor aprovechan las oportunidades que se brindan en la globalización y nos sitúan en un contexto de segunda oleada de despoblación. Con todo, 20 municipios lograron aumentar ligeramente, o de manera casi inapreciable, la población del año precedente. El dato más novedoso, en este apartado, es la ganancia de 219 residentes en la capital jiennense, rompiendo una tendencia de decrecimiento iniciada en 2010. Si la comparativa la hacemos considerando el último decenio resulta que solo cuatro municipios, situados en el área metropolitana de Jaén, han ganado población, y de manera muy reducida: La Guardia, Mancha Real, Mengíbar y Los Villares (720 entre todos); en este mismo tiempo la capital ha perdido 3.943 habitantes, por lo que el área metropolitana en su conjunto ha perdido peso demográfico.

Una comparativa regional y de largo plazo nos dice que, a comienzos de la tercera década del siglo XX, Jaén representaba el 14,02% de la población andaluza; ahora, sin embargo, su peso se ha reducido casi a la mitad (7,23% en 2023). En ese mismo contexto regional y en lo que se refiere al último decenio, la población andaluza, en su conjunto, tras experimentar retrocesos desde 2013 a 2017, viene creciendo desde entonces, con lo que el desajuste de las dinámicas regional y provincial sigue profundizándose. Es más, la tendencia que marca la proyección realizada por el INE presagia que, a mediados de la próxima década, Jaén se convierta en la provincia menos poblada de la región.

El decrecimiento vegetativo

El número de nacimientos producidos en 2022 se elevó a 4.252, una cifra ligeramente inferior a la experimentada un año antes (4.499) pero incapaz, en todo caso, de contrarrestar la mortalidad. Tres procesos permiten entender estas reducidas tasas de natalidad: la existencia de índices de fecundidad muy bajos, el envejecimiento de la población y la salida demográfica de un contingente en edad reproductiva. Por su parte, la mortalidad se elevó a 7.311 personas, superando a la del año anterior (6.934) y dando como resultado un crecimiento vegetativo de -3.059 personas.

Con una esperanza de vida elevada (79,03 años en el caso de los hombres y 84,44 en el de las mujeres) y unas tasas de mortalidad infantil extraordinariamente reducidas (1,88 por cada mil nacidos en 2022), el hecho de que las defunciones superen a los nacimientos debe mucho a cuestiones estructurales, esto es, al envejecimiento generalizado de la población (en la actualidad, más del 20,4% tienen una edad superior a 65 años, y de ellos casi el 18% supera los 85). En ambos casos, las disparidades por sexo son importantes y se van acusando, siempre con mejores resultados en el caso de las mujeres, conforme aumenta la edad.

Los movimientos migratorios tienen una magnitud superior a los movimientos naturales, siendo, por ello, un factor de primer orden para comprender las pérdidas o ganancias absolutas, tanto a nivel provincial como municipal. En términos cuantitativos, el saldo experimentado durante 2022 fue de -497, pues frente a 18.392 altas residenciales se registraron 18.889 bajas. Estos datos, en consonancia con los de 2021 (aunque en ese año las pérdidas fueron algo más elevadas) confirman, en todo caso, que el saldo migratorio no tiene ahora mismo ninguna capacidad para contrarrestar las mayores pérdidas que se producen por el saldo vegetativo negativo que antes hemos comentado.

Un análisis pormenorizado, por grupos de edad y sexo, nos aclara algo más sobre los efectos cualitativos que se derivan del saldo entre altas y bajas en los residentes empadronados en la provincia de Jaén. A este respecto, el dato más destacado es que es entre los adultos jóvenes (16-39 años), los que se presuponen más preparados y dispuestos a desarrollar su horizonte profesional y familiar, donde este balance resulta más negativo. También es interesante el dato de mayores de 65 años, quizá por el efecto de las personas que emigran buscando confort climático en las costas españolas o a su lugar de procedencia, una vez cumplido el ciclo laboral.

Balance y consideraciones finales

La provincia de Jaén presenta baja densidad demográfica y un reparto desequilibrado de la población, está en dinámica regresiva generalizada y sigue perdiendo peso relativo respecto al conjunto regional y nacional.

Una parte de los municipios jienenses más pequeños puede calificarse en riesgo de despoblación y la situación difícilmente cambiará si se mantienen las actuales tasas de fecundidad real (que está por debajo de la fecundidad deseada), la salida de la población adulta joven, la limitada presencia de primeras generaciones de población extranjera (con hábitos natalistas, por lo general, superiores a los de la población de residencia más antigua) y el envejecimiento. Entre los aspectos más positivos hay que señalar la existencia de un reducido número de municipios de menos de 1.000 habitantes, un umbral en el que el mantenimiento de servicios esenciales se vuelve muy complicado de sostener si solo se consideran razones de eficiencia económica; así como la existencia de una red de ciudades medias cercanas, con una economía diversificada, bien comunicadas entre ellas y con capacidad para irradiar su influencia en el resto del territorio. Esta situación se enmarca, de todas formas, en la existencia de un modelo territorial con un destacado desequilibrio, en términos de distribución de la población y la actividad económica.

Con todo, la provincia de Jaén se comporta como otras en las que el problema es, más que demográfico, económico. Aunque se ha perdido mucha población, el contingente demográfico es elevado, no hay ninguna cabecera municipal que haya desaparecido y la proporción de jóvenes es aún importante. Otra cosa son los indicadores que hacen referencia al desempleo, el elevado peso de la actividad agraria o los bajos niveles de renta por habitante. Frente a la “España despoblada que decrece”, el caso jiennense se puede calificar como de “España despoblada que se estanca”. El desafío es, por tanto, encontrar soluciones que permitan la remontada.

En este sentido, afrontar el reto demográfico implica el despliegue de una estrategia integral, la aplicación de un enfoque estratégico y la adopción de un modelo de desarrollo territorial más equilibrado, esto es, la aplicación de mejores políticas públicas que superen los esquemas clásicos de ayudas y subvenciones, con una serie de principios básicos, que cuentan ya con consenso científico, que se pueden sintetizar de la siguiente manera:

a) Enfoque multiescalar, participado y basado en la complementariedad.

b) Gobernanza multinivel.

c) Transversalidad de las políticas y acciones.

d) Combinación de acciones de corto plazo con otras iniciativas de medio y largo plazo.

En el terreno de los hechos concretos, es posible deslindar entre proyectos que pueden facilitar la resiliencia de los pueblos (agroecología, energías alternativas para el desarrollo de proyectos locales, mejora del transporte con criterios de vertebración territorial, mejoras en los servicios sanitarios considerando el envejecimiento, el desarrollo de empleos ligados a la atención a ese colectivo o la revitalización de las prácticas comunales en la gestión de los recursos naturales en las áreas protegidas), con aquellas otras que persiguen fines diferentes, como puedan ser los macroproyectos de producción eléctrica o cárnica que están pensados en una lógica extractiva y global, pero no tanto con relación a una reivindicación de pueblos con futuro.