El escritor Salvador Compán hace un recorrido por los hitos que han marcado el devenir de esta tierra, sus luces y sus sombras
El escritor Salvador Compán hace un particular viaje por su tierra en el libro ‘Jaén, la frontera insomne’, un recorrido por los principales hitos que han marcado el devenir de esta tierra, sus luces y sus sombras, sus complejos y sus fortalezas. Todo ello en un libro que no es un ensayo ni tampoco un libro de viajes; más bien tiene aires de novela, pero con la particular prosa de quien es, por derecho, uno de los principales nombres de las Letras en Andalucía.
“Un recorrido por una provincia llena de atractivos y sugerencias, que avanza y retrocede en el tiempo, deteniéndose en lugares, hechos y personajes para dibujar un fresco, siempre vivo, de grandezas y dificultades”, se indica en la presentación de esta publicación editada por el Instituto de Estudios Giennenses (IEG) de la Diputación Provincial de Jaén.
Salvador Compán propone un encuentro con una tierra de fronteras, desde la que trazaron los iberos a las que soñó San Juan de la Cruz, desde las que se abren con la batalla de las Navas de Tolosa a las que encerraron a Antonio Machado en Baeza o a las que está levantando el aceite por los lugares más lejano.
La prosa del escritor jiennense sirve también para hacer un viaje por el mapa de los agravios históricos hacia esta tierra: “Siempre sometida a los embates que le llegan desde el sur, Jaén comenzó el siglo XV buscando habitantes en lo que se llamó segunda repoblación. Las oleada destructivas de los nazaritas tuvieron su más avanzado bastión a pocas leguas de Jaén, en los castillos de Cambil y Alhabar, dos guardianes del portillo del Guadalbullón, que ceñían sus piedras como si fuera una sola fortaleza sobre la población de Cambil”, expone.
Un problema, el de la despoblación, que ha acompañado el destino de Jaén a lo largo de la historia: “Pero los males del Jaén barroco no acaban con la despoblación o con la peste porque, con la misma saña que ellas, las sequías, las plagas de langosta o esa otra plaga de los impuestos se cebaron también sobre la comarca. Los impuestos llegan a ser tantos que el lenguaje tiene que ensancharse para darles cabida buscando nuevas palabras, aunque todas debían sonar a lo mismo, a algo parecido al expolio”.
Cuando habla del paso por esta provincia de afamados escritores, Salvador Compán se refiere a Antonio Machado para reflejar lo que él llama la metamorfosis del poeta: “Quizá nadie como Machado pudo sentir con más autenticidad que Jaén es una encrucijada. Él mismo, en esos años, lo era. Fue ciego ante el esplendor arquitectónico de Baeza, si bien es verdad que nunca fue un poeta urbano y sólo apreció las ciudades por su proximidad a los campos, por las murallas que dan a los caminos o por los elementos de la naturaleza que contienen: espacios abiertos, plazas, parques, naranjos o fuentes”.
Y añade: “No se irá de Baeza sin mirar el paisaje de las Lomas con una perspectiva de posesión. Ha dejado de andar ciego entre el vergel del valle y ha revivido el contacto con Baeza. Es entonces cuando interioriza el paisaje jiennense, lo recorre y lo nombra con la emoción de quien pone voz a un todo cuyo centro salta esa voz (…) Jaén se ha convertido en mucho más que la tierra de paso que el poeta había previsto cuando llegó, la ha descubierto –en todos los sentidos- al tiempo que Jaén lo ha hecho a él. Es, por tanto, otro el que toma el tren en 1919 con destino a Segovia”.
‘Jaén, la frontera insomne’ es también una reivindicación de la marginación que esta provincia ha tenido en materia de comunicaciones: “Siempre todo estuvo lejos para los jiennenses porque sus vías de comunicación tardaron siglos en merecer ese nombre. Las carreteras esquivaban a la capital y las que se ramificaban desde Sierra Morena buscaban otras ciudades de destino: Granada pasando por Vilches y Úbeda, o tomando la ruta de Martos; Málaga por Alcaudete, o Córdoba por Bailén y Linares. Pero todas ellas eran lodazales o superficies rehundidas por las rodadas o rotas por torrenteras”.
También ensalza la difusión que Jaén tuvo por parte de varios escritores del Romanticismo: “Quizá la visión romántica de Jaén que más impone es la de Richard Ford, por la difusión enorme que tuvo su libro y porque fueron muchos más quienes lo plagiaron. La ciudad de Jaén en su Libro Rojo es la de un enclave pintoresco, antiguo centinela, Cerbero o dragón que custodiaba la frontera y ahora envejece encrespándose entre las montañas, erizado con las líneas de sus torres y murallas”.
Y. cómo no, aborda, con su peculiar estilo, las luces y sombras que ha supuesto el monocultivo del olivar en esta tierra: “Si en la Edad Media los castillos trazaron la frontera de Jaén, son hoy las almazaras las que dibujan los límites de nuestra grandeza y de nuestras carencias”.
A modo de conclusión, Salvador Compán lanza algunas reflexiones en voz alta para intentar cambiar la inercia tan dañina que ha vivido Jaén a lo largo de los siglos: “Tal vez Jaén necesite también unos cuantos pétalos de la misma flor para que ese padre bastardo que es nuestro pasado social no tire de nosotros y nos encarcele en sus recuerdos de exclusión. ¿Cómo olvidar el medio millón de emigrantes jiennenses en las décadas centrales del siglo XX sino con el regreso de los que se fueron o con la recepción actual de medio millón de turistas o con la constatación de que Jaén puede dar trabajo a los extranjeros?”