Asensio López analiza, en vísperas de Expoliva, la situación del sector del olivar y de los aceites de oliva
Conviene echar mano de verdades elementales de perogrullo, por muy evidentes y triviales que puedan parecer, para subrayar y poner el acento de a dónde debería de ir el sector del olivar y de los aceites de oliva, en plural. Un sector de luces y sombras, de nubes y claros, de cara y cruz, de botella medio llena o medio vacía, pero con un discreto pasado, un mejor presente y esperemos que con un porvenir esplendoroso.
Yo tengo claro que el olivar no ha tocado techo y su época dorada está todavía por llegar. Pero para ello hay que hacer muchas cosas bien, sobre todo continuar en la senda de la excelencia y la diferenciación, ejerciendo sin complejos el liderazgo mundial que ostenta España, Andalucía y Jaén en términos tanto cuantitativos como cualitativos. Conviene recordar que para ello hay que rascarse el bolsillo e invertir mucho más dinero y de manera continuada en promoción y en la apertura de nuevos mercados, así como en la consolidación de otros que son muy atractivos para la mejor y más saludable grasa vegetal.
Y, sobre todo, tenemos que aumentar de manera inexorable la cuota de los aceites de oliva en el mercado de las grasas. Y aunque no sea una tarea fácil tampoco creo que sea misión imposible si se hace con la lluvia fina caladera del esfuerzo, el trabajo, la audacia y otras muchas cuestiones intangibles cuyos resultados no se pueden ver de hoy para mañana. Hay que ser pacientes; porque sin prisa, pero sin pausa, los frutos llegan, tengan segura esta aseveración y denla por alcanzable. Con serenidad, con profesionalización y sabiendo de dónde venimos, dónde estamos y adónde queremos ir; o dicho de otra manera, qué se quiere ser de mayor en estas próximas décadas en el mundo de la olivicultura para seguir a la vanguardia, generando oportunidades, riqueza y un mejor futuro para los miles de hombres y de mujeres que viven de este apasionante cultivo y de este fascinante producto que tanto enamora.
Todas esas cuestiones mencionadas son verdades de perogrullo. Como también que vivimos en una sociedad globalizada, que la campaña dura doce meses y que este sector es muy heterogéneo, con diferentes situaciones, contextos e intereses. Conviene tenerlo en cuenta para actuar en consecuencia, sin que cunda el nerviosismo y teniendo claro que las prioridades deben ser aumentar la demanda y llegar a los consumidores, que son realmente los que compran y consumen aceites de oliva. Por eso, la orientación al mercado del conjunto del sector oleícola es la clave de las claves, o debería serlo. Esa es la verdadera batalla que hay que librar: la del mercado y la de los consumidores. Las batallitas de los dimes y diretes y la del bla, bla, bla son estériles, no conducen a nada, sólo a desviar el foco de lo sustancial, de lo mollar. Y no estamos para perder mucho el tiempo.
Y no es ninguna utopía conseguir una mejor y más eficaz orientación al mercado y un mayor conocimiento del consumidor por parte de un sector acostumbrado a combatir, sortear y superar problemas estructurales y coyunturales ante fenómenos inéditos y episodios insólitos como por ejemplo esta crisis mundial del coronavirus. Un sector que sabe cohabitar con viejas dificultades y nuevos contratiempos, junto con épocas de bonanza y de prosperidad. Porque el olivar y los aceites de oliva han resistido con fuerza a pandemias, virus y escollos varios. Por algo es un producto milenario que ha pervivido a lo largo de los tiempos, ¡y de qué manera!
Y con un escenario de cierta estabilidad en cuanto a precios, vaticinios de posible récord de comercialización, un menor enlace de campaña, con la tregua de los aranceles de EE UU, una previsión de cosecha que se antoja media baja, una reforma de la PAC a punto de cerrarse en su versión nacional que no despierta unanimidad, el déficit de agua con el consiguiente estrés hídrico del olivar y otros muchos asuntos de interés.
Y con esta atmósfera llega Expoliva, una cita para coger impulso, para la reflexión y para la generación de negocio, que es al fin y al cabo la razón de ser de toda feria. Para marcar las pautas de futuro en cuanto a los retos y oportunidades que ofrece el olivar y los aceites de oliva, un producto de calidad que hay que colocar en el lugar que honestamente se merece y del que tienen que seguir viviendo con dignidad todos los eslabones de la cadena de valor. Para ello hacen falta estructuras dimensionadas y profesionalizadas, que pongan al mercado y a los consumidores en el centro de todas las actuaciones. Esa es la gran batalla que hay que librar. Y esa es la responsabilidad del número uno. Por algo España y Jaén son líderes mundiales en cantidad y calidad de este producto con tanta personalidad y que conforma un universo de sensaciones único y exclusivo.
Asensio López
Director de la revista Oleum Xauen y editor de La Agenda del Olivar