El CES alerta de que se fortalecen las dinámicas demográficas previas a la pandemia, en especial en la capital y ciudades medias
Fotografía de portada: Panorámica del núcleo de Santiago de la Espada, en la Sierra de Segura. ÁNGEL MUÑOZ
(Reproducimos el apartado de la Población en Jaén (Diagnóstico), que aparece en la Memoria del CES provincial de 2022)
“El acontecimiento coyuntural más importante de los últimos años ha sido el impacto de la COVID-19. El 11 de marzo de 2020, cuando apenas se habían contabilizado 4.291 fallecidos y algo más de cien mil casos notificados en todo el mundo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una situación de pandemia. La crisis sanitaria generada por el virus identificado como SARS-CoV-2 (Síndrome respiratorio severo agudo causado por un coronavirus de tipo 2), que provoca la enfermedad infecciosa COVID-19, era una realidad e iba a mostrar su enorme capacidad de golpear a los grupos más vulnerables. Pocos días después, el Gobierno de España declaraba un primer Estado de alarma y el confinamiento general, al tiempo que se iniciaba una primera gran oleada de contagio, enfermedad y muerte. El 27 de diciembre de 2020 se inoculó en España la primera vacuna para hacerle frente, y en 2021 se sucedieron las campañas para extenderla a la mayor parte de la población. La pandemia ha marcado la coyuntura demográfica de los dos últimos años en la provincia de Jaén, cebándose en la población mayor. A las 682 personas fallecidas por esta causa en 2020 se sumaron otras 419 en 2021. En 2022 el número ascendió a 448 y el año terminó intuyendo una inminente recuperación de la normalidad que pocos meses después se concretó con la retirada del uso obligatorio de las mascarillas en el transporte público.
De manera casi inmediata a su inicio, se teorizó que la pandemia pondría en cuestión los efectos derivados de un modelo de desarrollo que favorece la hipermovilidad y la concentración de la actividad en los centros urbanos más dinámicos, y que ello pondría límite a su capacidad de succión de población procedente de otros lugares, favoreciéndose, así, una suerte de renacimiento rural. Y que así se acabarían abriendo nuevas oportunidades para regiones que hasta ahora estaban jugando un papel subalterno, como bien podría considerarse el caso de la provincia de Jaén. Se pensó, por tanto, que podrían ponerse en práctica fórmulas efectivas para generar empleos con posibilidades para desencadenar círculos virtuosos con capacidad para retener, e incluso atraer, población joven y reactivar las tasas de fertilidad. El paso del tiempo y la vuelta a la normalidad parece, por el contrario, fortalecer las dinámicas previas. Por ello, los patrones demográficos seguirán muy condicionados por la existencia de una natalidad reducida, muy por debajo del nivel de reemplazo, una población envejecida y unos flujos migratorios negativos y desiguales.
En efecto, sigue su curso lo que se ha denominado como “segunda oleada de despoblación”: una vez que el éxodo rural procedente de las áreas rurales, debido a razones cuantitativas y cualitativas, ha acabado por agotar la capacidad migratoria de los núcleos más pequeños, son ahora las ciudades medias y las capitales de provincia los principales reservorios de un éxodo interurbano donde predominan los titulados universitarios y cuyo destino prioritario son las grandes ciudades globales. Así, la ciudad de Jaén se encuentra entre el grupo de capitales provinciales que manifiestan un incipiente declive poblacional, y este fenómeno no es ya achacable a procesos de sub-urbanización como los que se observaron hasta la crisis inmobiliaria de 2008, cuando numerosos residentes buscaron vivienda en otros municipios cercanos, sino a su limitada capacidad para atraer extranjeros y población rural, al envejecimiento de los residentes y al descenso de las generaciones en edad reproductiva (González-Leonardo y López-Gay, 2021).
Más allá de la coyuntura de sobremortalidad generada por la pandemia, la pérdida continuada de población joven cualificada es, por consiguiente, la amenaza más disruptiva a la que nos enfrentamos, pues sus consecuencias pondrán en graves aprietos a las ciudades que aún tienen capacidad para vertebrar el territorio. Por ello, las políticas públicas deberían establecer como objetivo prioritario la generación de actividad y empleo directamente relacionado con el capital educativo de estas generaciones. De lo contrario, los desequilibrios territoriales seguirán creciendo.
En una perspectiva temporal y espacial más amplia, recientes proyecciones demográficas con el horizonte en 2100 indican que España podría tener en esa fecha una población equivalente a un poco menos del 50% de la que ahora alcanza. De cumplirse esto, y si damos por buena la teoría de Coleman, que habla de una tercera transición demográfica protagonizada por el incremento extraordinario de la movilidad espacial de la población mundial, en cuyas primeras fases estaríamos insertos en la actualidad, significará que estos flujos, a lo sumo, llegarán a nuestro país como paso previo para alcanzar otros destinos más atractivos. De esta manera, la posibilidad de compensar las pérdidas vegetativas con flujos migratorios positivos se habrá esfumado.
Proyecciones Demográficas
Las proyecciones demográficas sobre la provincia de Jaén no nos permiten avanzar tanto en el tiempo. En todo caso, el Instituto Nacional de Estadística ha previsto que Jaén tenga en 2035 una población de 565.116 personas. Esta posibilidad, desde luego, es una más entre las que pueden acabar aconteciendo. En todo caso, para describir la dinámica demográfica no es conveniente emplear términos despectivos (tales como vacío o invierno demográfico) a situaciones de baja densidad o demografía regresiva, pues pueden contribuir a estigmatizar aún más a los territorios que están perdiendo posiciones, desincentivar inversiones públicas o localizaciones privadas que reforzarían la sobre-emigración, la desconexión y la dependencia. De hecho, la situación de la provincia de Jaén no es tan preocupante como la que afecta a otras regiones españolas, cuenta con un sistema de ciudades con gran capacidad para vertebrar el territorio, y en ellas la actividad económica es diversificada y dinámica. Por otra parte, la preocupación sobre la despoblación permitirá contar con recursos más abundantes. En ese sentido, las mejores noticias que han llegado en los últimos años son la decisión de que los fondos de cohesión europeos consideren la discriminación positiva de las zonas de baja densidad demográfica y la dotación de recursos económicos para llevar a cabo acciones englobadas en el reto demográfico que afronta el Gobierno de España.
En el contexto descrito, en el presente capítulo se analiza la evolución de la población provincial, su distribución espacial, los movimientos naturales y espaciales, la estructura por edades y algunas características de las familias y los hogares. Esta división de temas obedece a una exclusiva cuestión de organización de la información; en la práctica, se verá que todos estos aspectos están interrelacionados y, en especial, que carece de sentido el estudio separado de los movimientos naturales y espaciales de la población. Respecto a la escala empleada, siempre que ha sido posible se presentan datos de carácter municipal y correspondientes al año 2022 (con carácter general, a fecha de 1 de enero, si bien en algunos casos la información disponible corresponde a un momento anterior). Dado que cuanto más pequeño es el ámbito y más corto el período temporal que se analiza más dramáticos pueden parecer los resultados, la consideración de otras escalas además de la municipal, comarcal y provincial no debe perderse de vista y en ocasiones nos remitiremos a períodos de tiempo más amplios para contextualizar y mejor comprender los cambios que se están produciendo en la actual coyuntura. No obstante, tanto la densidad demográfica como la evolución más reciente nos permiten señalar que la provincia de Jaén se sigue apartando a la baja de las medias andaluza y española.
Distribución Espacial de la Población a nivel Municipal
Uno de los primeros hechos que revela la evolución reciente en los municipios jiennenses es la aparición de situaciones de riesgo de despoblación. El detalle municipal de evolución de indicadores demográficos básicos durante los años que van de 2000 a 2018 nos permitió diferenciar varias tipologías de comportamiento respecto a este fenómeno. Siguiendo la metodología propuesta en la regulación del Fondo de Cooperación Municipal de la Comunidad Valenciana, un instrumento financiero para luchar contra el despoblamiento, que establece el riesgo en función de los indicadores que se cumplen en cada caso (relativos a ciertos umbrales de la densidad de población, el crecimiento vegetativo, la tasa de envejecimiento, el índice de dependencia y el saldo migratorio), resultó que un buen número de municipios se definió con diferentes grados de riesgo de despoblación. Pues bien, cuando hemos vuelto a hacer este cálculo, en este caso tomando como referencia los años que van de 2011 a 2020, los resultados ofrecen el empeoramiento paulatino de la situación. Solo nueve municipios están exentos de riesgo y, sin embargo, eso no significa que estén ganando población.
El modelo de poblamiento es mayoritariamente concentrado, de manera que en el Nomenclátor correspondiente a 2022, por diferentes razones históricas o recientes, resulta que sólo en los casos de Cambil, Cárcheles, Espeluy, La Guardia, La Iruela, Lupión, Montizón, Santiago-Pontones, Segura de la Sierra y Villatorres nos encontramos con más del 25% de la población viviendo fuera del núcleo principal, ya sea en otros núcleos censados o bien en diseminado. El modelo de poblamiento disperso, no obstante, sigue siendo significativo en el conjunto de sierras que ocupan el sur y el este de la provincia, sobre todo en Sierra de Segura y Sierra Sur. El grueso de la población se aglutina en el valle del Guadalquivir, esto es, en la parte central más occidental de la provincia, lo que acaba por ofrecernos un mapa de fuertes contrastes en términos de densidad demográfica por municipios y comarcas, en gran medida asociada a las características fisiográficas de cada una de ellas. De hecho, los asentamientos tienden a disminuir su tamaño drásticamente cuando se aproximan o rebasan los mil metros de altitud, algo que también se ha comprobado en otros ámbitos provinciales próximos (Nieto Calmaestra, 2021).
No hay ningún municipio en el intervalo más pequeño que marca el INE (menos de 100 habitantes), diecinueve de ellos están por debajo de 1.000 habitantes y, si aceptamos el umbral de 10.000 para diferenciar los municipios rurales de aquellos que asumen funciones propiamente urbanas, estos últimos son quince (el 15,46% de los municipios) y concentran el 64,53% de la población.