Jorge González, presidente del colectivo de investigadores Cisma, profundiza sobre los retos de la comarca jiennense

Los cortijos de Sierra Mágina, fueron abandonados en los años 40 y 50 del siglo pasado por la baja productividad de la tierra que cultivaban y los exiguos ingresos que generaba el sector, y se fueron a vivir a los pueblos más cercanos. En esos años las comunicaciones no permitían el desplazamiento diario para trabajar a lugares más alejados. En los pueblos vivían familias que trabajaban en el sector primario, ganadería, agricultura y oficios relacionados.

La agricultura y ganadería, en la actualidad, están transformadas en otra cosa diferente, están al servicio de las grandes producciones y distribuciones, y con la mejora de las comunicaciones, los pueblos van perdiendo su razón de existir. Modificar está política agraria es una competencia de la Unión Europea, para lo que hay que ponerse de acuerdo con otros países.

Pero lo que está claro es que si se quiere un campo vivo se necesitan personas agricultoras y un cambio en el modo de consumir. Mientras sigamos comprando en el super fruta y hortalizas fuera de temporada, no vamos a tener un campo vivo. Pues la pequeña y mediana explotación agrícola no podrá competir nunca, con las grandes superficies comerciales y las explotaciones intensivas.

La pregunta es, ¿queremos que la población no abandone los pueblos o que esta población tenga mejor calidad de vida? Así dependiendo de lo que se quiera, las medidas a tomar serán diferentes. Si perseguimos mejor calidad de vida, estos pueblos se tendrán que dotar de más y mejores servicios, sanitarios, educativos, de atención a la dependencia, de comunicaciones. Podría pensarse que la llegada de grandes infraestructuras -autovías, trenes, fibra óptica, etc.- que en principio es una mejora de los servicios públicos, influirá positivamente en el mantenimiento e incluso acrecentamiento de la población. Pero no está demostrado que así sea. Si acaso, acelarar la despoblación, pues profesionales cualificados como personal sanitario, docente, funcionarial, hace que puedan vivir en una ciudad y trabajar en el pueblo.

Por lo tanto, si queremos que los pequeños núcleos rurales no se abandonen progresivamente, además de prestar unos buenos servicios públicos e invertir en conectividad, se debe de trabajar a medio y largo plazo para modificar los valores de nuestra sociedad, nuestro estilo de vida y nuestra forma de consumir. Adquirir artículos de radio corto, poner en valor las bondades de lo rural, la tranquilidad, el paisaje, el patrimonio cultural en su más amplio sentido, etc.

Fotografía de archivo del Aznaitín nevado; arriba, otro paisaje de Sierra Mágina.

En relación con este último punto, en la comarca de Sierra Mágina, existen una serie de instituciones públicas y privadas, que apuestan por fomentar este cambio de mentalidad, con mayor o menor éxito, pero sin desmayar en el empeño. No se puede poner en valor lo que no se conoce y no se conserva. O comenzamos por el final, no se puede conservar, lo que no se valora.

Al inicio de la década de los ochenta del siglo pasado, la comarca se vertebraba con una serie de pueblos entorno a un macizo montañoso y dos vías de comunicación ancestrales, como son los valles del Jandulilla y del Guadalbullón.  Los restos de fortificaciones daban a entender de un pasado muy militarizado, pero desconocido; la actualidad es bien distinta, sabemos de casi 90 estructuras defensivas -castillos, torres y atalayas- se ha recuperado parte del patrimonio material vinculado a oficios tradicionales como el comercio de la nieve, fabricación de carbón vegetal, cal, yeso, ganadería y agricultura, etc.

En los últimos 30 años, una serie de instituciones públicas y privadas como el Colectivo de Investigación de Sierra Mágina CISMA, la ADR Sierra Mágina, el CRDO del Aceite de Sierra Mágina, la figura del Parque Natural y la Asociación de Amigos del PN de Sierra Mágina, a nivel comarcal y asociaciones locales como SAUDAR, Cerdá y Rico, Guardabosques de Jódar, etc.  y en el tiempo más reciente asociaciones de moros y cristianos de los municipios de Campillo de Arenas, Carchelejo y Bélmez de la Moraleda; y sin olvidar la gran labor de mantenimiento de labores y tradiciones, que las diversas asociaciones de mujeres de la comarca, están llevando a cabo.  Todas estas organizaciones están realizando un gran trabajo de investigación, documentación, recuperación y mantenimiento de nuestro patrimonio material e inmaterial, patrimonio que conforma la idiosincrasia e identidad de esta comarca.

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen, están poniendo en valor nuestro principal recurso económico, el aceite. Sin olvidar la importancia del medio natural, defendido a capa y espada por una figura como el Parque Natural de Sierra Mágina. Y el gran servicio que realiza la ADR Sierra Mágina, para diversificar el tejido económico de la comarca apostando siempre por líneas estratégicas que potencien un desarrollo integral, sostenible e inclusivo de la sociedad comarcal.

El inicio de este artículo fue pesimista, pero el trabajo que muchas personas han desarrollado en la comarca, quizás haya servido para evitar o atenuar la despoblación de la misma. Y a la vez genera una identidad, que posiblemente sea o deba convertirse en un punto de partida para evitar la despoblación y como palanca para su desarrollo. No se ha estudiado el impacto poblacional que han tenido todas estas actuaciones, políticas, proyectos, etc., en fijar la población al territorio, pero sí es evidente, que la comarca, en los últimos 30 años, ha cambiado, es más conocida y apreciada por sus habitantes y en el exterior.

La despoblación es un gran reto al que se enfrenta la sociedad maginense, pero con el trabajo de todas las personas e instituciones comarcales, seguro que la convertiremos en un entorno excelente para vivir y trabajar.

Jorge González Cano es presidente del Colectivo de Investigadores de Sierra Mágina (CISMA).