El agravio inversor en la provincia simboliza la fractura territorial que dejaron los fastos de la Expo 92
En este 28-F, Día de Andalucía, se cumplen 30 años desde 1992, el denominado año de las luces en Andalucía por el aluvión de inversiones públicas y los fastos que trajo la celebración en Sevilla de la Expo-92. Un buen momento para hacer un análisis de la evolución de la provincia en estas tres últimas décadas.
Treinta años después la radiografía socioeconómica de Jaén persevera en su encefalograma plano. Varios de los proyectos diseñados al calor de la Expo aún siguen esperando, la brecha territorial no se ha corregido (el índice de convergencia era en 2019 del 55,66% frente al 82,28% de la media nacional) y del furgón de la España deprimida se ha pasado al de la España vacía (Jaén ha sido la única provincia andaluza que ha perdido población en el último medio siglo) y dos plataformas ciudadanas preparan ya su salto a la arena electoral.
“Necesitamos una discriminación positiva de las administraciones o, por lo menos, no negativa”, incide la economista Inmaculada Herrador, directora del II Plan Estratégico de Jaén. Para avalar ese sentimiento de agravio indica que la inversión pública en Jaén fue durante el año 2021 de algo más de 12.000 euros por kilómetro cuadrado, frente a los 37.000 euros de media en Andalucía y a los 47.000 en España.
“¿Cómo es posible que en un periodo de expansión y con los fondos de recuperación tengamos unos Presupuestos del Estado tan raquíticos?”, se pregunta el presidente del Consejo Económico y Social (CES) de la provincia, Manuel Parras. A su juicio, la situación de Jaén está suficientemente diagnosticada “pero lo que no hay son realidades ni compromisos de las administraciones públicas, con la excepción de la Diputación Provincial”.
Pero si hay un tema que abochorna de forma unánime a la ciudadanía jiennense es el desmantelamiento ferroviario sufrido en estos 30 años. “Desde el año 1992 se han perdido el 90% de los trenes, el pez grande se ha comido al chico”, denuncia Manuel Núñez, responsable del sector ferroviario de CCOO. En ese año, el AVE Madrid-Sevilla se diseñó a través de Brazatortas sorteando a la provincia de Jaén. Por si fuera poco, el año pasado se consumó una nueva afrenta con el trazado del AVE a Granada y los jiennenses denunciaron que se volvía a hacer “la cobra” a la provincia. Mientras, la Línea Jaén-Madrid (ahora llamada de Altas Prestaciones) camina a un ritmo tan lento que en dos décadas apenas se ha avanzado en una veintena de kilómetros. Y para completar el sainete ferroviario, el Ministerio acaba de licitar la redacción del estudio de viabilidad de la conexión de la línea de alta velocidad Madrid–Sevilla con el corredor Córdoba–Jaén
En estos años el sentimiento de abandono no ha parado de crecer en Jaén. El hartazgo de la ciudadanía se trasladó a la calle en marzo pasado, poco después de conocerse que se había esfumado la base logística del Ejército, el plan Colce, que los políticos locales vendieron como la panacea. Lo que más dolió no fue que ese proyecto aterrizase en Córdoba, sino lo que se entendió como un nuevo capítulo del ninguneo político sufrido por esta provincia. “Esa lealtad ciega hacia los partidos gobernantes ha castigado a Jaén”, observó el sociólogo Felipe Morente.

¿DOS ANDALUCÍAS?
(Artículo publicado en EL PAÍS el 28 de febrero de 2022 de Gerardo Ruiz-Rico Ruiz y Nicolás Pérez Sola, Catedráticos de Derecho Constitucional de la Universidad de Jaén)
“Hace treinta años se inauguraba una Exposición en Sevilla que, más allá de su carácter de universal, tenía una lectura en clave interna para la ciudadanía de Andalucía. Simbolizaba la integración de un pueblo castigado por la indiferencia del viejo poder político, secularmente tan autoritario como centralizador en el reparto de los bienes y servicios públicos. Parecía que se estaba abriendo un camino real para alcanzar al fin una verdadera igualdad territorial con el resto de España. Daba comienzo una inédita época, destinada a la modernización de una región esquilmada por endemismos insuperables, como el latifundismo o la desertización industrial.
Sin incurrir en catastrofismos ni apreciaciones desfiguradas, la situación a estas alturas de siglo XXI es que queda todavía un gran objetivo por cumplir en el seno de la Comunidad. Se encuentra doblemente marcado en la Constitución y en los dos Estatutos de autonomía aprobados hasta el momento. Entre los buenos propósitos que sanciona el texto constitucional, el mismo que algunos pretenden apropiarse de forma exclusiva y excluyente, hay uno que parece pensado especialmente para Andalucía. Enunciado con sustantivo y adjetivos diáfanos, sin embargo su materialización efectiva sólo puede conseguirse con una elevada dosis de solidaridad y sensibilidad políticas. Así, el equilibrio económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio(artículo 138), representa una fórmula difícil de articular cuando se trata de repartir las inversiones públicas y ordenar los servicios del estado del bienestar.
Las dos Andalucías no son parte de un imaginario colectivo, infundado o mediatizado. Porque hay suficientes testimonios de que esa igualdad entre territorios y provincias de la Comunidad no es más que una hoja de papel de nuestro Estatuto. Bajo el estereotipo, eliminado convenientemente en el lenguaje institucional, se oculta una realidad incómoda para quienes han tenido la responsabilidad de ejercer el autogobierno durante demasiado tiempo; pero también de aquellos que habrían podido cambiar el rumbo de las cosas cuando lideraban y disponían del poder del Estado.
Si focalizamos la atención en las infraestructuras, existen demasiadas evidencias de un abandono sistemático, y sin matices ideológicos, de una parte de Andalucía; principalmente, pero no siempre, de una Andalucía todavía rural, que sobrevive dependiente de las ayudas europeas.
La vertebración territorial se resume probablemente desde aquel fastuoso 92, en una autovía cuya ejecución costó décadas. El otro gran proyecto del momento -el AVE- ha servido para encubrir el desmantelamiento permanente del ferrocarril en la mayor parte de Andalucía oriental. Granada se ha tenido que conformar con una alta velocidad relativa y con un trazado incomprensible. En este punto, la Comunidad está obligada a mirar sólo hacia el Norte, sin atender a una transversalidad ferroviaria que sumaría puntos al equilibrio territorial.
Hay provincias, como Jaén y Almería, donde la desafección ciudadana por la Autonomía reclamada y conquistada en los años ochenta, empieza a cundir y a manifestarse en esos nuevos movimientos sociales, generados por los errores de los grandes partidos que han gobernado esta tierra, tanto de forma sucesiva desde el Estado, como de forma monolítica y casi intemporal desde el Gobierno de la Junta.
La nueva versión de centralismo autonómico no tiene visos de desparecer tras la –imprescindible en términos de democracia parlamentaria- alternancia política que se ha producido en la actual legislatura. No hace falta ejercer de nigromante para adivinar que el fracaso, como gran proyecto constitucional y estatutario, de la igualdad entre territorios y provincias sea el germen de un sistema de partidos demasiado fragmentado como para poder construir gobiernos mínimamente estables. Con ellos seguramente desaparecerá la idea de interés general del conjunto de la población; para dar paso a un localismo político, legítimo sin duda, que pone a subasta sus apoyos parlamentarios a cambio de favorecer las necesidades de unas minorías territorializadas.
En una Comunidad tan extensa como Andalucía siempre surgirán motivos suficientes para justificar esa nuevo municipalismo o provincialismo de demandas. Para algunos se tratará sólo de un localismo egoísta, como ideología que puede condicionar el liderazgo político de los grandes partidos en declive. Para otros, será sólo el resultado lógico, e inevitable, de una estrategia o políticas que no han sabido mirar más allá de la capitalidad, o las capitalidades económicas de la Comunidad”.