ARTÍCULO DE PEDRO J. RIVAS. FOTOGRAFÍA: RAMÓN REYES

Se cumple ahora un siglo de la “edad de oro” de Villanueva del Arzobispo. La década de 1920 fue la de su mayor auge y pujanza socioeconómica. De la mano de todo un pueblo, y de cuatro familias dirigentes -los Marín, los Millán, los Bueno y los Benavides- que copaban todos los poderes (económico, social, político y religioso) la ciudad de Villanueva del Arzobispo erigió un rico y peculiar patrimonio arquitectónico que, ahora, cien años después, se nos muestra como verdadera oportunidad de presente y de futuro, pues todo él, prácticamente, permanece aún por descubrir y valorizar …

Lo más destacable -como conjunto- del patrimonio artístico villanovense, percibido como unidad cronológica y estilística, son las grandes mansiones señoriales que la poderosa burguesía agraria local erigió, por todo el centro urbano y calles principales, a lo largo del primer tercio del pasado siglo. Una serie de edificaciones historicistas y regionalistas, localizadas principalmente en la monumental calle Ramón Millán, en la antigua carretera de Córdoba a Valencia y en la Plaza Mayor.

La Casa de los Arcos, con su maravilloso patio neonazarita, el palacete del Auto-sport, la enorme mansión de doña Carmen Benavides, hoy Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia, el Círculo mercantil, más conocido como “el casino”, la serie de casonas de la calle Ramón Millán (rebautizada popularmente como “calle Larios” por lo elegante de su última remodelación), entre otras, constituyen, sin lugar a dudas, un conjunto histórico-artístico de gran riqueza y singularidad. Estas preciosas construcciones reinterpretaron los distintos estilos históricos (árabes, plateresco, clasicista, barroco…), concediendo una especial relevancia a artes decorativas como la forja y la cerámica, llegando a alcanzar en Villanueva cotas de elevada calidad. 

Villanueva, ciudad centenaria.

Estas muestras de arquitectura civil presentan una gran significación para Villanueva del Arzobispo -en base a su lectura patrimonial- pues fueron testigo de la concesión del título de ciudad para la población (año 1920), constituyendo esta tipología edificatoria, un fiel testimonio de esa pujanza económica y social antes aludida y relacionando su levantamiento con hechos históricos de calado nacional, como fueron las desamortizaciones decimonónicas previas y la consiguiente e inmediata expansión del cultivo latifundista del olivar.  

Villanueva del Arzobispo (actualmente algo más de 8.000 habitantes) llegó en tiempos casi a triplicar su actual población, y a pesar de décadas en que las políticas en el medio rural primaron la mera asistencia sobre el verdadero desarrollo, su arquitectura regionalista, su localización a tiro de piedra del mayor parque natural de la península y segundo de Europa, sumados al hecho de ser uno de los principales centros productores de aceite de oliva a escala mundial, hacen hoy de esta ciudad giennense, lugar clave para idear acciones y repensar oportunidades…