La ciudad linarense busca la luz tras su declive industrial convirtiéndose en icono muralista de la mano del artista local Belin, consagrado internacionalmente

Fotografía de portada: El artista Belin realizando su mural en la Estación de Linares-Baeza.

(Reportaje publicado en el diario EL PAIS el 28 de octubre)

Pasear estos días por las calles de Linares supone adentrarse en un alegato artístico por la paz y contra las guerras y los conflictos armados que se expanden por el mundo. ‘Make Art Not War’ (Haz el arte, no la guerra), inspirado en el mensaje hippie de finales de los años sesenta “Peace & Love”, es el lema elegido este año el Festival de Arte Urbano de Linares, convertido ya en un referente del arte plástico a nivel internacional.

“El arte es capaz de unir lo que la política separa, capaz de repeler con belleza los ataques de un mundo despiadado, capaz de levantar la voz por encima del ruido atronador de la barbarie, en definitiva, el arte es capaz de ser amado por todos”, explica Miguel Ángel Belinchón, Belin, mientras ultima su mural en la Estación de Linares-Baeza, un icono ferroviario que representa el esplendor que en su día tuvo esta ciudad y del que hoy apenas queda la melancolía de las canciones de Joaquín Sabina.

Belin, alma de este encuentro que reúne en Linares a ocho muralistas internacionales, es uno de los grandes de la escena del grafiti desde los años noventa pero su constante evolución y dominio de las técnicas le han permitido llegar a nuevas concepciones del arte alcanzando su mayor éxito en el postneocubismo y el online cromático. Sus obras pueden admirarse en paredes y galerías de todo el mundo, y ahora está preparando una exposición de óleos sobre lienzos en Nueva York. 

En sintonía con el lema pacifista del festival, Belin ha escenificado en su mural a dos gallos con un mensaje muy clarificador: “Los gallos representan un nuevo día, un nuevo despertar, un desafío para un mundo mejor, donde la belleza es difícil de destruir y el arte es lo opuesto a la guerra”.

Más allá de su indudable influencia artística, el Festival de Arte Urbano ha servido también para inyectar muchas dosis de ánimo entre la ciudadanía local. Desde el cierre en 2011 de la automovilística Santana Motor, que llegó a ser el principal argumento industrial del norte de Andalucía, Linares ha vivido sumergida en un profundo túnel y ha tenido que cargar con la rémora de ser la ciudad española con mayor tasa de paro juvenil, por encima del 50%.

“Creo que hemos aportado mayor autoestima para la sociedad linarense, y queremos que nos conozcan como la ciudad del arte urbano”, subraya Belin, sobre una iniciativa que ha convertido la conocida como ciudad de las minas (por la pujanza que tuvieron las minas de plomo durante el siglo pasado) en un museo al aire libre. Cuatro años después de que naciera el festival son ya una treintena los murales esparcidos por diferentes espacios públicos y que han convertido a Linares en epicentro de un circuito mundial de arte urbano.

En otro punto de la ciudad, en pleno casco urbano, el artista madrileño Dan Ferrer ha dado forma a un mural que es una alegoría por la paz, con un personaje en actitud reflexiva y de preocupación por los conflictos que salpican distintos rincones del mundo. “Lo que más me llama la atención de esta experiencia en Linares es la simbiosis perfecta que existe entre los creadores y la población, el arte urbano está muy interiorizado entre los ciudadanos”, comenta este consagrado muralista que ha abierto en Linares otra exposición donde mezcla el arte contemporáneo con elementos de la tradición española más clásica.

Ferrer cree que buena parte del éxito de este festival es su ausente perfil institucional. Es la asociación cultural Rampa, también creada por Belin, la promotora de este encuentro que apuesta por democratizar el arte público haciéndolo accesible a pie de calle, transformar el entorno urbano de la ciudad y enriquecer y valorar la diversidad cultural de la ciudad.

Ángel Rodríguez, un joven diseñador que se embarcó en el proyecto de Rampa, sintetiza cuál es la filosofía de ese movimiento cultural: “Nosotros somos jóvenes que queremos quedarnos aquí y por eso nos dedicamos a difundir el trabajo de artistas y creadores, y el festival ha supuesto para los más jóvenes una nueva forma de explorar su ciudad además de convertirnos en referente internacional en el arte urbano”.

Rodríguez fue impulsor en su día del movimiento “Yo creo en Linares” que intentaba frenar la diáspora del talento local linarense. Esa plataforma se formó a raíz de los graves disturbios que salpicaron a la ciudad andaluza en febrero de 2021. Aunque el pretexto de la ira que convirtió las calles de Linares en un polvorín fue la detención de dos policías por la brutal paliza sobre un vecino, el detonante principal de ese estallido fue el clima de depresión económica y social que atenazaba a la sociedad linarense.

Mural del artista madrileño Dan Ferrer, en el centro de Linares. Fotografías: Equipo Rampa.

Hoy, Linares, la ciudad que llegó a ser un potente foco industrial, parece querer divisar el final de ese largo túnel. Y lo hace en primer lugar desde la cultura y como punto de encuentro de un turismo que, como dice Belin, “quiere impregnarse de arte, de cultura, de historia y de conocimiento de la ciudad”.

El artista australiano Smug One, otro de los participantes, reafirma la proyección internacional de este encuentro: “Belin ha sido una gran influencia a lo largo de mi carrera, por eso tener la oportunidad de venir a Linares y ampliar su colección es murales es un gran honor”.

Mucho ha tenido que ver también la Universidad de Jaén (UJA), que cuenta en Linares con un campus muy reputado en el campo de las ingenierías. “Queremos liderar la cultura de esta tierra, dar protagonismo a nuestros artistas y poner en valor nuestro patrimonio y nuestra creación artística”, señaló el rector de la UJA, Nicolás Ruiz, durante la inauguración de la exposición “La sencillez de lo complejo”, con obras de Belin que pueden visitarse en Jaén hasta el 15 de noviembre.

Antes de esa muestra, Belin también quiso hacer su particular homenaje a Picasso en el 50 aniversario de su fallecimiento.  “Mi alma y mi obra se reflejan en la persona y el artista que fue y será siempre el maestro Picasso, por él comencé a creer que la libertad creativa es posible y que la trasgresión de las fronteras es lo que hace evolucionar al arte y lo eleva a la más sincera expresión de emociones que pueda nacer del ser humano”, relata el autor linarense.

Además de los ocho muralistas internacionales, Linares ha celebrado también la primera edición del concurso de grafiti “El arte es nuestro código”, con el que se intenta recuperar los concursos que en primera década de este siglo se convirtieron en un referente del mundo del grafiti.